La necesidad de la luz
Tantos fueron los naufragios ocurridos en la zona (muchos barcos fueron a parar al fondo del río con grandes tesoros de oro y plata a bordo) que la necesidad de alumbrar la ciudad durante la noche comenzó a hacerse sentir entre sus pobladores.
Corría el año 1855 cuando en base a una ley dictada por el poder legislativo se le comenzó a cobrar una especie de peaje o retribución a los buques que hacían puerto en la pequeña ciudad. Estas tasas eran para la construcción del primer faro de la región y tal fue el dinero que comenzó a juntarse que rápidamente, el 24 de enero de 1855, comenzó la obra. La misma se emplazó sobre parte de las ruinas de una de las torres del antiguo convento San Francisco Xavier.
Mirando al mundo
Las playas de Colonia se pueden apreciar desde el faro, que posee la suficiente altura como para mirar todo lo que nos rodea desde otro lugar.
El faro se tardó más de la cuenta. Recién encendió su luz el 24 de enero de 1857, pero fue tal la emoción de los vecinos de aquella época que la noticia no sólo trascendió Uruguay, sino que llegó a las primeras planas de los diarios más importantes del mundo.
“Colonia tiene ojos al mundo”, comenzaron a decir los marinos y navegantes que ahora sí podían hacer costa a altas horas de la noche. Hoy, a más de 150 años de su nacimiento, el viejo faro se encuentra en excelente estado. No sólo muestra su luz, sino que también invita al visitante a subir sus escaleras hasta la cumbre para mirar desde allí el río y la magia que atesora la maravillosa Colonia del Sacramento.
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Para tener en cuentaCuando los barcos parten desde la ciudad, la figura alta y blanca del faro acompaña con nostalgia la partida de los visitantes. Es extraño, pero dicen las leyendas urbanas que quien se queda mirando el faro más de la cuenta volverá a Colonia, seguramente porque olvidó algo.