Paseos y excursiones:
Calma chicha
Pablo Etchevers Pablo EtcheversAl pensar en Nueva Palmira, la expresión “calma chicha” (un término que se usa para hablar del río cuando se encuentra planchado) resulta la mejor para evocar el ambiente de esta ciudad de ensueño.
Cuando conoce Nueva Palmira uno se olvida de todo, aunque sea por un pequeño lapso de tiempo. Enclavada allí, a la vera del río Uruguay, lo primero que observa el visitante mientras se acerca a sus costas es un gran puerto de cereales, frutas y productos varios, un moderno muelle con forma de T y una rambla costanera tan pintoresca que por momentos nos confundimos con la ciudad de Punta del Este, frente a la solitaria isla Gorriti.
Pero no, estamos en un río Uruguay que se prepara para el nacimiento del Río de la Plata y que también posee islas solitarias, vestigios de naufragios e historias y leyendas de navegantes que esperan ser contadas en cualquier bar o café de esta pequeña pero coqueta ciudad.
Ni bien amarramos, el mate es el primer elemento que indica la calidad de su gente, “los palmirenses”, que a lo largo de la costanera pasan su tiempo libre mirando la quietud del bello río interrumpida por alguna embarcación que se acerca hasta el arroyo Higueritas, el preferido de los navegantes.
Aquí tiene origen esta pujante ciudad, ya que en torno a la desembocadura de este arroyo, el 26 de octubre de 1831, un sacerdote y un grupo de pobladores decidieron asentarse en forma permanente y bautizaron su nueva casa como “Nueva Palmira”.
El nombre se lo debe a que uno de los viajantes que tenía en ese momento el país (don Torres Leivas) había escuchado hablar de una pequeña ciudad de medio oriente donde todos los ríos confluían; su nombre era Palmira, de ahí “Nueva Palmira”, esta vez para una ciudad en suelo americano.
Pujanza y progreso
Además de contar con el puerto más importante y productivo del interior del país, la ciudad fue creciendo a través del desarrollo de otras industrias como la pesca, la agricultura y la ganadería, lo que motivó que se multiplicara constantemente el asentamiento del hombre.
Hoy, Palmira cuenta con una población estable de casi 10 mil personas que caminan sus calles principales como en toda gran ciudad, pero que también se hacen un tiempo para ir a la biblioteca local, a la iglesia o bien a matear en la plaza 33, en la Plaza Artigas o bien frente al río.
Un casino y un interesante museo paleontológico que cuenta con fósiles de dinosaurios de la era primaria y secundaria son los atractivos visitados en forma permanente por los turistas y locales.
Frente a la rambla, es posible observar la hora que otorga el reloj de sol que fuera construido en el año 1981 por la comunidad italiana para celebrar los 150 años de la ciudad.
A metros de allí, se encuentra una réplica perfecta de la Pirámide de Mayo, la que hace de centro en la Plaza de Mayo de Buenos Aires (Argentina). Fue construida y emplazada aquí como homenaje a la Revolución de Mayo de 1810.
Al final de esta rambla se llega al camping náutico, uno de los más tradicionales de la ciudad por sus playas de arenas doradas que se vuelven ideales para practicar deportes en verano.
Los restos de un viejo naufragio se pueden admirar desde la costa, sobre todo cuando el río se encuentra calmo, sin viento y la marea está baja. “Eolo” (dios del Viento) se llamaba el barco que navegó desde el año 1924 hasta que se hundió, en 1932.
Caminar sus calles, entrar en sus tiendas, ver una película en su viejo cine o bien una obra de teatro del grupo Depalmira Teatro hacen que la estadía en Nueva Palmira se vuelva inolvidable. Una ciudad donde la naturaleza y la historia se han hermanado para siempre.
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